Colecho, muy a menudo de 4, nunca menos de 3 en cama. Y que dure. En 4 de las 9 fotos Carolina está en el pecho, su sitio favorito. Nuestra primera comida en el patio de la casa nueva, cuando esta era aún inhabitable, con comida encargada y tenedores de plástico. En Abril nos casamos, como siempre quise, 7 personas, las más queridas, las más necesarias, un discurso de 2 minutos y unos anillos encargados el día anterior. Un jueves, con pantalones rotos y mis dos niñas atentas. Una comida en familia como otro domingo cualquiera. Sin más, ni menos. Sabela que es muy de fiesta y vestidazo dice que mi boda fue muy cutre, que a quién se le ocurre casarse así. Puede que algún día lo entienda. O no.
Para ella el año fue muy intenso, una hermana nueva haciéndose un hueco en nuestras vidas, en nuestro tiempo, nuestra cama y en nuestro cariño que durante 5 años fue todo para ella. Lo lleva todo lo bien que se puede llevar. Es más madura y responsable, lo que se le notó este último año... Acabó infantil, empezó primaria, con cambio de aula, de profe y de compañeros (y exámenes, deberes y notas numéricas... Me guardo mi opinión al respecto) sin problema, siempre contenta y optimista.
Parece que después del primer año de torbellino Carolina, que puso nuestro mundo patas arriba, todo vuelve a la normalidad, más orden y rutina que hacen que pueda volver a dedicarle parte de mi tiempo en exclusiva a Sabela, leer juntas, hablar sobre todo o simplemente tumbarnos muy abrazadas en la cama, que necesario.
Por tanto aunque pudiera echarle mil cosas en cara a este injusto 2018, creo que también tengo mucho, muchísimo, que agradecerle.